Bailaba mejor a oscuras, conozco muy bien a la oscuridad, me crié con ella, bailé con ella, jugué con ella y lloré con ella. En mi vida no he conocido nada mas que eso, nunca vi un resquicio de luz y si algo brillaba lo tapaba.

No había nada que brillara aquí dentro. 

Nunca estuve perdida porque a lo mejor nunca me cambié de sitio. No había opción a que me perdiera hasta que llegó esa luz.

 Brillaba tanto.

 Pero se sentía tan lejana que no pude taparla nunca. Así que me dedicaba a admirarla durante horas, todos los días. Cada día la sentía mas cerca. Un día al despertar, esa luz, estaba enfrente de mí. Me cegaba, pero con el tiempo empecé a acostumbrarme a ese brillo y tenía unos ojos verdes preciosos. Se pasaba horas hablándome de lo bonito que era todo fuera y yo horas preguntándole que si todo era tan cegador como él. Él no se dormía hasta que yo no lo hiciera primero y me despertaba de las maneras mas dulces que he conocido nunca. Jamás estaba triste, siempre tenía una respuesta para todo y yo solo tenía dudas. A veces se iba pero siempre de vuelta, sabía que se iba para volver. No traía nada en especial solo vivencias y me decía que yo también podía vivirlas si salía de ahí.

 Pero él no entendía que ese era mi lugar.

Un día se fue y tardó en volver mas de la cuenta, ahora entiendo que volvió por compasión, su brillo no era tan intenso, no veía a penas su verde y sus vivencias tenían sabor a despedida.


No saber brillar me dejaba a oscuras, pero perder tu brillo me hizo perderme por completo.



by Eleonor Almanzor.

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