El lobo ya no cazaba y Caperucita ya no cogía el camino largo. Ya no le daba miedo ir sola, ella le tenía una trampa preparada cada día, él se hacía el cazado para luego comerle la dulzura. Su relación con el lobo la rompió una mala digestión y un leñador hipster queriéndose hacer el héroe.
  Porque Caperucita ya no se ponía roja, ni iba a casa de su abuelita. Sólo quería que su lobo le echara los piropos antes de comérsela.
Solamente pedía eso.


by Eleonor Almanzor.

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